Los padres deben permitir que sus hijos se enfrenten a situaciones
frustrantes y que aprendan a solucionarlas por sí mismos.
La respuesta inmediata a todos los deseos del niño o la resolución continua
de cualquier problema que se le presente puede tener consecuencias nefastas en
el futuro. Enseñar al pequeño a tolerar la frustración y resolverla por sí
mismo es, sin embargo, la mejor manera de prepararlo para la vida de adulto.
Tal como se explica en este artículo, los padres pueden enseñar a sus hijos a
tolerar la frustración con cinco actitudes fundamentales: dejar que se frustre,
ayudarlo a encontrar soluciones, fomentar la autonomía, generar confianza y
trabajar la paciencia
¿Por qué hay que tolerar la
frustración?
A ningún padre le gusta ver
a su hijo triste o enfadado, por eso intentan protegerlos de cualquier
contratiempo que pueda resultarles doloroso o frustrante. ¿Actúan
correctamente? En ocasiones sí, pero ésta súper protección llevada al límite puede ser contraproducente, puesto
que no dejar que los pequeños se enfrenten a las adversidades y satisfacer
todos sus deseos y necesidades al momento les impide aprender a tolerar la
frustración.
"No se debe evitar la
frustración al niño, sino enseñarle a resistirla", afirma el psicólogo Alfonso López
Caballero, autor de la guía 'Todos podemos ser mejores padres' (Editorial
CCS, 2001). Según este especialista, la razón es muy sencilla. Es que, aunque
no les guste a los progenitores, con toda probabilidad sus hijos tendrán que
sufrir muchas frustraciones en la vida y "mejor es que se encuentren preparados",
enfatiza López. Acá 5 puntos:
1. Dejar que el niño se
frustre.
El primer paso para que los
menores aprendan a tolerar la frustración es enseñarles a reconocerla para que
puedan identificar su origen y buscar la solución más adecuada. Para esto es
necesario que los padres permitan que se den estas situaciones sin dar
respuesta inmediata a todas sus exigencias. De este modo el pequeño admitirá
que el mundo no se comporta siempre según sus deseos.
2. Ayudarle a encontrar
soluciones.
Una vez que el niño se
siente frustrado porque las cosas no salen como él hubiera deseado, el
siguiente paso es enseñarle que la rabia y el enfado no
son la solución más idónea para solventar el problema. El papel de los
progenitores consiste en orientar al pequeño en la búsqueda de recursos que
resuelvan la situación.
Un
ejemplo sencillo:
si el niño se frustra porque es incapaz de encajar las piezas de un puzle, en
vez de colocar las piezas por él para disipar su enfado, es mejor ayudarle a
seleccionar las piezas que encajan y permitir que lo intente de nuevo por sí
mismo.
El papel de los padres
consiste en orientar al pequeño en la búsqueda de recursos que resuelvan la
situación.
3. Fomentar la autonomía e
independencia.
La frustración es algo
natural, no es una respuesta aprendida. Hasta algunas sostienen
que este investigaciones sentimiento aparece ya en bebés tan solo cuatro horas después de
nacer. En este primer periodo de la infancia es lógico que los adultos sean los
que den respuesta a sus necesidades, puesto que los pequeños son incapaces de
valerse por sí mismos. Pero, a medida que adquieren mayor capacidad de
autonomía en sus tareas, es importante favorecer su independencia. Cuanto más
autónomo sea el menor en sus actividades diarias, tendrá mayor facilidad y
soltura para hacer frente a las situaciones frustrantes y tolerarlas sin un
berrinche o rabieta.
4. Generar confianza en sí
mismo.
La confianza en uno mismo
tiene un papel relevante en el proceso para que el niño aprenda a tolerar la
frustración sin ver afectada su autoestima. Si el pequeño se siente capacitado
para resolver los problemas y buscar las soluciones adecuadas, le resultará más
sencillo enfrentarse a ellos. Los padres pueden colaborar en esta tarea a
través del reconocimiento sincero
de sus cualidades y la valoración de sus habilidades. Para fomentar su
confianza es también importante ajustar
sus tareas y actividades a su edad, de modo que el niño no se sienta
frustrado con razón por no poder resolver situaciones para las que no está
capacitado.
5. Trabajar la paciencia.
Uno de los estudios más
exhaustivos sobre la frustración en los menores fue llevada a cabo a lo largo
de casi 30 años por el psicólogo estadounidense Walter Mischel. La principal
conclusión del experimento de este especialista, denominado "Test de la golosina", es que los niños con
mayor autocontrol y paciencia son capaces de tolerar mejor la frustración y el
estrés de adultos. La clave está en saber motivar al pequeño y enseñarle que con la espera, aunque sea
frustrante, la recompensa a veces es mayor que si actúa de forma
impulsiva y descontrolada.
Fuente: consumer.es